Arauca

Una guerra de guerrilla desconocida por militares

En Apure no se libra una guerra convencional y el pasado fin de semana los militares venezolanos lo comprendieron en toda su dimensión.
La lucha es contra un enemigo con una visión incomprensible si le mira con la óptica tradicional, hombres feroces, con métodos y razonamientos que están más cercanos a las mafias o las temibles bandas delictivas de Centroamérica que a las de un cuerpo armado tradicional.

Los militares, además, no tendrían un motivo sólido para esta confrontación contra un grupo narcoguerrillero mientras a los demás se les permite que sigan operando. Eso saben los uniformados a los que han llamado a combatir y se están negando.
La ferocidad de los guerrilleros al asumirte un adversario es mayor cuando te sabe enemigo no por tu naturaleza, tu razón de ser (la institucionalidad que resguarda soberanía de la nación), sino porque le estás disputando el negocio, te le estás metiendo en las cuentas. Eso se paga caro, ese es el código en las mafias.

Esa actuación es bien conocida por Iván Márquez y Jesús Santrich, líderes de la narcoguerrilla que, al entrar en la negociación del proceso de paz, se ha atomizado en subgrupos que trabajan por su cuenta y sin aceptar las decisiones impuestas por el comando central.

La Segunda Marquetalia no sufre bajas ni consecuencias

Esos grupos han establecido sus propias jerarquías, tienen poder, dominio de territorio y todo el botín del negocio en el que se han involucrado, ya no lo tienen que compartir con nadie. Ese estatus ya no lo quieren perder, reagruparse otra vez en la misma estructura de lo que fueron las FARC-EP les resulta molesto y muy poco rentable. No hay incentivo para que piensen en unirse y plegarse a un solo mando.

El escenario de la unión solo sería factible si no tienen alternativas, si las circunstancias los obligan y si les coaccionan.

Márquez y Santrich también conocen a la perfección esa realidad, que corre paralela a las exigencias de su negocio de eliminar a la competencia y dominar solos el mercado. Ambos guerrilleros entienden la necesidad de que sus enemigos, justamente la facción a la que enfrentan los militares venezolanos, quede en debilidad para poder rendirlos sin mayor esfuerzo.

Pero, como avezados estrategas de la guerra y de las tácticas de sometimiento, los líderes de la llamada Segunda Marquetalia mueven sus piezas para ganar la partida sin tener que echar ni un tiro ni exponer a sus hombres.

Prefieren que el conflicto lo libren otros por ellos: sus aliados, que estos les hagan el trabajo sucio, para ellos tranquila y cómodamente cobrar el triunfo.

Los hombres de Santrich y de Márquez no están gastando su tiempo en el conflicto, al contrario, lo maximizan en su negocio, en avanzar en tener más dominio y territorio para su beneficio. Las pérdidas en esta guerra por diezmar a sus enemigos, las asumen otros, ellos cómodamente solo cobran los dividendos que, como ocurre normalmente en un proceso de este tipo, tendrán que compartir una parte con quienes se encargaron de hacerles el trabajo sucio.



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